sábado, 21 de mayo de 2016

ADOLESCENCIA Y SIMBOLIZACIÓN. La importancia de crear un marco de contención en los adolescentes.





Si buscamos el significado la palabra “Adolescencia” encontramos muchísimos significados que rondan a este concepto:
Período de la vida de la persona comprendido entre la aparición de la pubertad, que marca el final de la infancia, y el inicio de la edad adulta, momento en que se ha completado el desarrollo del organismo.”
¿Es solo un momento, un período de vida? ¿Se completa solo con el desarrollo del organismo?
Margaret Mead[1]  relata que según  sus estudios en tribus samoenses  “La adolescencia no es una etapa común a todas las sociedades humanas. Lo común de las definiciones y factores que determinan la adolescencia  tanto en las sociedades occidentales como en otras, es el factor biológico que prescribe el cambio de la niñez a la adultez.” considera que la adolescencia no es necesariamente un período de tensión y conmoción sino que las condiciones culturales lo hacen así. ¿La adolescencia constituye necesariamente un período conflictivo? En Samoa la adolescencia no implica una época de sufrimiento. Pensando las características culturales de Samoa es una sociedad indiferente, se aprende a no preocuparse demasiado por una persona, ni depositar esperanzas en cualquier relación. Nadie arriesga mucho, no hay presión para elegir en temas religiosos ya que no hay dioses implacables, ni vocaciones,  el máximo dolor es un pariente que viaje a otra isla. Las familias son numerosas  y no existe un lazo fuerte entre padres e hijos. El crecimiento es una cuestión sencilla. Sosteniendo que los sufrimientos emocionales de los adolescentes occidentales son de tipo cultural, el adolescente se enfrenta a elecciones vocacionales, religiosas y se le exige toma de decisiones.
Si nos introducimos en el estudio y la investigación de la etapa adolescente occidental  encontramos que la adolescencia es mucho más que un momento evolutivo.
La adolescencia es un momento de transición, sí; pero enmarcado en muchos cambios por  significados y significantes diferentes e iguales de importantes que ayudan al proceso de subjetivación del antes niño y futuro adulto. 
De los cambios en la pubertad hacia la adolescencia habla Adrián Grassi, cuando, a raíz de los desarrollos de estos duelos plantea que en la etapa de lo puberal-adolescente  el desorden psíquico es necesario y positivo para la producción de subjetividad. Es potencialmente saludable e intervienen en él los cambios corporales de la pubertad donde se impone un trabajo psíquico de simbolización ya que no solo no es el mismo cuerpo (crecimiento y maduración de los órganos sexuales internos y externos, vellosidad, cambios en la voz, etc.) sino que también está dejando de ser la misma identidad. Con estos elementos el psiquismo debe trabajar la diferencia de género y también la identidad sexual (Intra-subjetivo). Además, se amplían los círculos de pares que facilitan la diferenciación entre grupos etarios y grupo familiar. (Inter-subjetivo)  y la necesaria transmisión generacional  que permite el devenir no solo de la cultura sino también de la sociedad (Trans-subjetivo)
El desplazamiento de la libido en esta etapa también es de mucha importancia, debiéndose sepultar el Complejo de Edipo, reprimiendo deseos incestuosos y dando lugar a pulsiones que requerirán nuevas formas de conceptualizar la sexualidad, esto deviene seguramente entre conflictos que el adolescente deberá sortear para lograr simbolizar y madurar. No debe tomarse como algo superfluo, el autor asegura” que en la adolescencia se sobreviva al deseo de muerte y asesinato, es fundante del pasaje generacional y para un nuevo emplazamiento se requiere que lo adolescente simbolice esa experiencia”
Este pasaje caótico, desordenado, molesto, ruidoso a la exogamia es ineludible y la muerte simbólica (o no) de los padres es el precio que se debe pagar  para transitarlo, asegura Alba Flesler  porque esta separación imprescindibles es la que dará posibilidad al joven de abrirse a nuevos caminos. El cachorro humano debe pasar de una dependencia absoluta a buscar salir del nido e independizarse, estos cambios son los que se producen en la adolescencia, ya que la vida cambia a raíz de las necesidades vitales del ser humano de responder a su interpretación para sobrevivir.
¿Qué función cumplen los padres en esto?  Los padres, tienen el lugar de autoridad, desde un modo asimétrico que marca el respeto y el valor por la transmisión generacional que sucede y el aprendizaje social se da a partir de las autorizaciones y permisos que el padre/madre da desde su lugar, regulando así el acceso a la exogamia. Tan importante es esta etapa que la autora señala que de fallar en esta función el sujeto, en lugar de armarse, se deshace. La transmisión del deseo, las normas, las imposiciones, la armonía, lo prohibido hacen de esta etapa un momento crucial que debe tomarse con seriedad.
En la actualidad, la función de padres va declinando y con eso también la posibilidad de salir exitoso a la exogamia. No se están autorizando a ejercer autoridad, tan necesaria en la formación de la subjetividad, confundiéndola con autoritarismo y esto deja a los hijos desorientados, buscando quizás en otro lugar esa autoridad  que ahí sí, puede devolverle autoritarismo.
La función de los padres es básicamente transmitir a los adolescentes  el sentido de la responsabilidad, rasgo esencial del adulto en el que se convertirán.
  
A la adolescencia se  la ve como final de la niñez, pero sobre todo como un tiempo que se define como una preparación de la adultez, algo que sin duda es real, aunque no da cuenta de lo que significa esta etapa en sí misma, la que se vive de manera entrañable y profunda, más allá de toda especulación a futuro. 
Es entre muchas otras cosas una  fiesta de los sentidos, la irrupción de un enorme apetito vital, el descubrimiento del erotismo, del mundo de los amores, de la fraternidad de los amigos, de los grupos de pertenencia y las ganas, gigantescas a veces, de ganar el mundo entrando en él con el alma y el cuerpo.  Como se mencionó con anterioridad  la dolorosa separación del refugio de la familia, por el descubrimiento consciente de otros refugios.  ¿En la adolescencia se definen conductas, se encuentran lugares en relación a los otros, se experimentan los límites, se actúan los dolores que no logran acceder a la palabra?  Sin duda no es, ni mucho menos, una mera bisagra, sino un espacio que, en sí mismo, marca de manera muy concreta la identidad, más allá que la misma sigue forjándose durante toda la vida. Y es en este despertar de los sentidos que encontramos la palabra de José Sohovaler[2] que le encuentra a la música un objeto de identificación, el autor asegura que la música nos acompaña desde la gestación, ya que todo tiene una melodía y un ritmo, el nacer, la mamada con la que se alimenta el bebé, el dormir, el despertar… y la adolescencia no escapa a esta regla, la sensibilidad y permeabilidad extrema que evidencia esta etapa permite a la música y a la letra de las canciones sentir al adolescente y además hacer consciente lo que todavía en forma intrapsiquica no puede, como si la melodía y el ritmo fuesen un soporte que logra traducir sus estados afectivos y su libido en palabras para hacer consciente su inconsciente logrando ser un soporte para ejercer esa función cognitiva.
El rock es el elegido entre los adolescentes por su ritmo, su potencia, su intensidad; similitudes que representan los impulsos a los que se encuentra sometido, porque además de ser música, es una cultura, esto quiere decir que es vestimenta, peinados, accesorios con los cuales sentirse identificados, lograr agruparse y a la vez ser discriminado por quienes no comparten los mismos ritos. Porque de eso se trata, el rock, la música, los tatuajes, los aros,  los diferentes gustos que agrupan de diferentes maneras, forman tribus que realizan ritos. “Del mismo modo como no existe un bebé sin madre, no existe un adolescente aislado” y es común ver adolescentes que se ven en formas diferentes según la ocasión; pueden tener un aspecto para ir al colegio, otro para estar en familia y otro para salir con amigos o ir a un recital. Es parte de la formación identificatoria de su personalidad , el joven es auténtico y falso a la vez, en cada una de sus representaciones porque se corresponde a esta búsqueda interna, el autor asegura que el adolescente va evolucionando musicalmente y en forma proporcional con el desarrollo de su yo, mostrando así como construye el mundo que lo rodea.
Asbed Aryan [3] afirma que “…al insertarse en su grupo de pares, el adolescente tendrá la oportunidad de ir elaborando lentamente la imposible reducción de la presencia del otro del vínculo a la fantasía que de ese mismo se tiene…” En esos vínculos tendrá distintos roles, alternadamente, el de líder, de amigo íntimo, de oposicionista, de sumiso, de marginal y otros, asumiendo algunos y delegando otros. Así irá abandonando una parte de sus propios ideales infantiles y se alejará de los objetos primarios de identificación y creará nuevos sentidos en sus vínculos del presente que se entraman unos con otros y las relaciones entre ellos producirán subjetividad.
Otra forma en que los adolescentes encuentran identificaciones con pares es mediante los cambios, las transformaciones que se realizan  y Mario Waserman [4] habla de metamorfosis que dan continuidad entre lo que pasó y lo que pasará, lo nuevo y lo viejo, llama a la ruptura entre lo el cuerpo que fue y el que será “corte-circuito” que muchas veces se logra reparar y muchas otras no.
  
A modo de conclusión:
Estuvimos hablando de la formación y conformación de los púberes a adolescentes, de cómo la subjetivación es un proceso importante para la su desarrollo físico, psíquico, emocional y social. 
Pero ¿Qué pasa cuando alguno de estos procesos no se realizan satisfactoriamente? ¿Cómo inciden en el aprendizaje? ¿Qué papel tiene el psicopedagogo?
El psicopedagogo debe buscar  mas allá de lo que se muestra, mediante la escucha atenta encontrar cual  es el síntoma que realiza un quiebre en el conocimiento. Acompañar al paciente no es sólo con el pensamiento sino también con la palabra. Además de considerar las asociaciones (verbales, material gráfico y actings reiterativos), atención flotante e interpretaciones, que surjan.
Debemos tener  en cuenta a la adolescencia, como se  explicó durante el transcurso del  presente trabajo, como  un momento de subjetivación  y es durante el tratamiento que el adolescente encontrará un espacio para la reflexión, la aproximación a su Yo y donde quizás transfiera al profesional miedos e inquietudes.
La intervención psicopedagógica clínica debe dar un borde, una estructura que posibilite al adolescente anclar temporariamente en esa etapa de su vida y encontrar un lugar donde resignificar el aprendizaje.
La exigencia de ideales que buscar ir más allá de los límites de la perfección, la presión ligada a la sociedad actual que genera frustraciones por no poder encontrar satisfacción inmediata a las pulsiones que el adolescente posee, son elementos que ayudan a acarrear problemas de aprendizaje.
Es por eso que la prevención es una tarea fundante en la labor psicopedagógica para lograr consolidar esta etapa de subjetivación psíquica.
La existencia de espacios para la reflexión, generando buenas condiciones para que el adolescente  pueda  transitar esta etapa entre la  permanencia y el cambio. Dando lugar para la duda, la reflexión, el dialogo, la apertura.

Por  Lorena González (Psicopedagoga)












[1] Adolescencia en Samoa
[2] La revolución del Wincofon
[3] Clínica y practica psicoanalítica Con púberes y adolescentes
[4] Corte-circuito 

No hay comentarios:

Publicar un comentario