Si buscamos el significado la palabra “Adolescencia” encontramos muchísimos significados que rondan a este concepto:
“Período de la vida de la persona comprendido
entre la aparición de la pubertad, que marca el final de la infancia, y el
inicio de la edad adulta, momento en que se ha completado el desarrollo del
organismo.”
¿Es
solo un momento, un período de vida? ¿Se completa solo con el desarrollo del
organismo?
Margaret
Mead[1] relata que según sus estudios en tribus samoenses “La adolescencia no es una etapa común a
todas las sociedades humanas. Lo común de las definiciones y factores que
determinan la adolescencia tanto en las
sociedades occidentales como en otras, es el factor biológico que prescribe el
cambio de la niñez a la adultez.” considera que la adolescencia no es
necesariamente un período de tensión y conmoción sino que las condiciones
culturales lo hacen así. ¿La adolescencia constituye necesariamente un período conflictivo?
En Samoa la adolescencia no implica una época de sufrimiento. Pensando las
características culturales de Samoa es una sociedad indiferente, se aprende a
no preocuparse demasiado por una persona, ni depositar esperanzas en cualquier
relación. Nadie arriesga mucho, no hay presión para elegir en temas religiosos
ya que no hay dioses implacables, ni vocaciones, el máximo dolor es un pariente que viaje a
otra isla. Las familias son numerosas y
no existe un lazo fuerte entre padres e hijos. El crecimiento es una cuestión
sencilla. Sosteniendo que los sufrimientos emocionales de los adolescentes
occidentales son de tipo cultural, el adolescente se enfrenta a elecciones
vocacionales, religiosas y se le exige toma de decisiones.
Si
nos introducimos en el estudio y la investigación de la etapa adolescente
occidental encontramos que la
adolescencia es mucho más que un momento evolutivo.
La
adolescencia es un momento de transición, sí; pero enmarcado en muchos cambios
por significados y significantes diferentes
e iguales de importantes que ayudan al proceso de subjetivación del antes niño
y futuro adulto.
De
los cambios en la pubertad hacia la adolescencia habla Adrián Grassi, cuando, a
raíz de los desarrollos de estos duelos plantea que en la etapa de lo
puberal-adolescente el desorden psíquico
es necesario y positivo para la producción de subjetividad. Es potencialmente
saludable e intervienen en él los cambios corporales de la pubertad donde se
impone un trabajo psíquico de simbolización ya que no solo no es el mismo
cuerpo (crecimiento y maduración de los órganos sexuales internos y externos,
vellosidad, cambios en la voz, etc.) sino que también está dejando de ser la
misma identidad. Con estos elementos el psiquismo debe trabajar la diferencia
de género y también la identidad sexual (Intra-subjetivo). Además, se amplían
los círculos de pares que facilitan la diferenciación entre grupos etarios y
grupo familiar. (Inter-subjetivo) y la
necesaria transmisión generacional que
permite el devenir no solo de la cultura sino también de la sociedad
(Trans-subjetivo)
El
desplazamiento de la libido en esta etapa también es de mucha importancia,
debiéndose sepultar el Complejo de Edipo, reprimiendo deseos incestuosos y
dando lugar a pulsiones que requerirán nuevas formas de conceptualizar la
sexualidad, esto deviene seguramente entre conflictos que el adolescente deberá
sortear para lograr simbolizar y madurar. No debe tomarse como algo superfluo,
el autor asegura” que en la adolescencia se sobreviva al deseo de muerte y
asesinato, es fundante del pasaje generacional y para un nuevo emplazamiento se
requiere que lo adolescente simbolice esa experiencia”
Este
pasaje caótico, desordenado, molesto, ruidoso a la exogamia es ineludible y la
muerte simbólica (o no) de los padres es el precio que se debe pagar para transitarlo, asegura Alba Flesler porque esta separación imprescindibles es la
que dará posibilidad al joven de abrirse a nuevos caminos. El cachorro humano
debe pasar de una dependencia absoluta a buscar salir del nido e independizarse,
estos cambios son los que se producen en la adolescencia, ya que la vida cambia
a raíz de las necesidades vitales del ser humano de responder a su
interpretación para sobrevivir.
¿Qué
función cumplen los padres en esto? Los
padres, tienen el lugar de autoridad, desde un modo asimétrico que marca el
respeto y el valor por la transmisión generacional que sucede y el aprendizaje
social se da a partir de las autorizaciones y permisos que el padre/madre da
desde su lugar, regulando así el acceso a la exogamia. Tan importante es esta
etapa que la autora señala que de fallar en esta función el sujeto, en lugar de
armarse, se deshace. La transmisión del deseo, las normas, las imposiciones, la
armonía, lo prohibido hacen de esta etapa un momento crucial que debe tomarse
con seriedad.
En
la actualidad, la función de padres va declinando y con eso también la posibilidad
de salir exitoso a la exogamia. No se están autorizando a ejercer autoridad,
tan necesaria en la formación de la subjetividad, confundiéndola con
autoritarismo y esto deja a los hijos desorientados, buscando quizás en otro
lugar esa autoridad que ahí sí, puede
devolverle autoritarismo.
La
función de los padres es básicamente transmitir a los adolescentes el sentido de la responsabilidad, rasgo
esencial del adulto en el que se convertirán.
A
la adolescencia se la ve como final de
la niñez, pero sobre todo como un tiempo que se define como una preparación de
la adultez, algo que sin duda es real, aunque no da cuenta de lo que significa
esta etapa en sí misma, la que se vive de manera entrañable y profunda, más
allá de toda especulación a futuro.
Es
entre muchas otras cosas una fiesta de
los sentidos, la irrupción de un enorme apetito vital, el descubrimiento del
erotismo, del mundo de los amores, de la fraternidad de los amigos, de los
grupos de pertenencia y las ganas, gigantescas a veces, de ganar el mundo
entrando en él con el alma y el cuerpo. Como
se mencionó con anterioridad la dolorosa
separación del refugio de la familia, por el descubrimiento consciente de otros
refugios. ¿En la adolescencia se definen
conductas, se encuentran lugares en relación a los otros, se experimentan los
límites, se actúan los dolores que no logran acceder a la palabra? Sin duda no es, ni mucho menos, una mera
bisagra, sino un espacio que, en sí mismo, marca de manera muy concreta la
identidad, más allá que la misma sigue forjándose durante toda la vida. Y es en
este despertar de los sentidos que encontramos la palabra de José Sohovaler[2]
que le encuentra a la música un objeto de identificación, el autor asegura que
la música nos acompaña desde la gestación, ya que todo tiene una melodía y un
ritmo, el nacer, la mamada con la que se alimenta el bebé, el dormir, el
despertar… y la adolescencia no escapa a esta regla, la sensibilidad y
permeabilidad extrema que evidencia esta etapa permite a la música y a la letra
de las canciones sentir al adolescente y además hacer consciente lo que todavía
en forma intrapsiquica no puede, como si la melodía y el ritmo fuesen un
soporte que logra traducir sus estados afectivos y su libido en palabras para
hacer consciente su inconsciente logrando ser un soporte para ejercer esa
función cognitiva.
El
rock es el elegido entre los adolescentes por su ritmo, su potencia, su
intensidad; similitudes que representan los impulsos a los que se encuentra
sometido, porque además de ser música, es una cultura, esto quiere decir que es
vestimenta, peinados, accesorios con los cuales sentirse identificados, lograr
agruparse y a la vez ser discriminado por quienes no comparten los mismos
ritos. Porque de eso se trata, el rock, la música, los tatuajes, los aros, los diferentes gustos que agrupan de
diferentes maneras, forman tribus que realizan ritos. “Del mismo modo como no existe un bebé sin madre, no existe un
adolescente aislado” y es común ver adolescentes que se ven en formas
diferentes según la ocasión; pueden tener un aspecto para ir al colegio, otro
para estar en familia y otro para salir con amigos o ir a un recital. Es parte
de la formación identificatoria de su personalidad , el joven es auténtico y
falso a la vez, en cada una de sus representaciones porque se corresponde a
esta búsqueda interna, el autor asegura que el adolescente va evolucionando
musicalmente y en forma proporcional con el desarrollo de su yo, mostrando así
como construye el mundo que lo rodea.
Asbed
Aryan [3]
afirma que “…al insertarse en su grupo de pares, el adolescente tendrá la
oportunidad de ir elaborando lentamente la imposible reducción de la presencia
del otro del vínculo a la fantasía que de ese mismo se tiene…” En esos vínculos
tendrá distintos roles, alternadamente, el de líder, de amigo íntimo, de
oposicionista, de sumiso, de marginal y otros, asumiendo algunos y delegando
otros. Así irá abandonando una parte de sus propios ideales infantiles y se
alejará de los objetos primarios de identificación y creará nuevos sentidos en
sus vínculos del presente que se entraman unos con otros y las relaciones entre
ellos producirán subjetividad.
Otra
forma en que los adolescentes encuentran identificaciones con pares es mediante
los cambios, las transformaciones que se realizan y Mario Waserman [4]
habla de metamorfosis que dan continuidad entre lo que pasó y lo que pasará, lo
nuevo y lo viejo, llama a la ruptura entre lo el cuerpo que fue y el que será
“corte-circuito” que muchas veces se logra reparar y muchas otras no.
A
modo de conclusión:
Estuvimos
hablando de la formación y conformación de los púberes a adolescentes, de cómo
la subjetivación es un proceso importante para la su desarrollo físico,
psíquico, emocional y social.
Pero
¿Qué pasa cuando alguno de estos procesos no se realizan satisfactoriamente?
¿Cómo inciden en el aprendizaje? ¿Qué papel tiene el psicopedagogo?
El
psicopedagogo debe buscar mas allá de lo
que se muestra, mediante la escucha atenta encontrar cual es el síntoma que realiza un quiebre en el
conocimiento. Acompañar al paciente no es sólo con el pensamiento sino también
con la palabra. Además de considerar las asociaciones (verbales, material
gráfico y actings reiterativos), atención flotante e interpretaciones, que
surjan.
Debemos
tener en cuenta a la adolescencia, como
se explicó durante el transcurso
del presente trabajo, como un momento de subjetivación y es durante el tratamiento que el adolescente
encontrará un espacio para la reflexión, la aproximación a su Yo y donde quizás
transfiera al profesional miedos e inquietudes.
La
intervención psicopedagógica clínica debe dar un borde, una estructura que
posibilite al adolescente anclar temporariamente en esa etapa de su vida y encontrar
un lugar donde resignificar el aprendizaje.
La
exigencia de ideales que buscar ir más allá de los límites de la perfección, la
presión ligada a la sociedad actual que genera frustraciones por no poder
encontrar satisfacción inmediata a las pulsiones que el adolescente posee, son
elementos que ayudan a acarrear problemas de aprendizaje.
Es
por eso que la prevención es una tarea fundante en la labor psicopedagógica para
lograr consolidar esta etapa de subjetivación psíquica.
La
existencia de espacios para la reflexión, generando buenas condiciones para que
el adolescente pueda transitar esta etapa entre la permanencia y el cambio. Dando lugar para la
duda, la reflexión, el dialogo, la apertura.
Por Lorena González (Psicopedagoga)
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